jueves, 13 de septiembre de 2007

Colete

Ayer fue el primer día de escuela para muchos niños y, para variar, los trenes no funcionban, hubo retenciones en las principales “cruïlles” de la ciudad por acumulación de coches y dispendio de lagrimillas sostenidas de los padres y sollozos de los niños.

En mi memoria escolar no hay trenes, ni atascos de coches, ni Corticoles. Será que ya tenemos unos años.

Mi escuela es hablar de batas nuevas, bolsas de tela con el desayuno y ganas de ver a los amigos. El encuentro con los amigos significaba empezar a correr de aquí para allá, jugar y pelearse con el primero que uno encontraba… esta primera pelea del curso convertía la bolsa de tela del desayuno en una arma arrojadiza de ataque, tal honda de David contra Goliat… y la final, claro, los botones de la bata arrancados.

Pero, con esta carita de querubín que una tenía de pequeña, nadie daba crédito a lo sucedido y, a la llegada del colegio:

- Nena, mi nena pequeña, pero cómo vienes… ¿Quién te ha roto la bata?

Y el bebé Marmota, con esa carita angelical respondía:

- Colete.

Así día tras día en mi primer año de escuela y mi madre se empezó a preocupar hasta el punto de ir a preguntar quién era Colete.

- Aquí no hay ningún Colete… lo que pasa es que Marmota se junta con los más malos y es un trasto.

Mi madre miró de reojo a ese querubín que la acompañaba y sonrió orgullosa. Cuando volvimos a casa, en el tocadiscos de mamá sonaba La Boheme por enésima vez esa semana.

Sin faltar a mi tradicional desorden, en breve publicaré una crónica en imágenes del puente oficial que hemos vivido en tierras catalanas.

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