miércoles, 29 de agosto de 2007

Barricadas en el kiosco

Relojes de época, casa de muñecas, todos los capítulos de Verano Azul, carteles metálicos de CocaCola, el ajedrez de Harry Potter y no podría faltar “Érase una vez el hombre”… Llega setiembre y con él los coleccionables de ensueño. La novedad de este año: Abanicos de colección, cuarta edición.
Los tópicos de los programas de humor señalar que aquí debería hacer la siguiente llamada: ¿alguien conoce a alguien que haya acabado un coleccionable por fascículos? Sin embrago, un estudio en profundidad del temas nos ha permitido avanzar en una catalogación de los coleccionables a los que te tendrás que enfrentar cuando vayas a buscar el diario este domingo.


Los míticos.
No se trata de ser fascículos históricos, se trata de todos aquellos coleccionables que incluyen en su título la palabra míticos. En este apartado encontramos la mayoría de aquellos que están relacionados con cuestiones bélicas: biplanos, guerreros, helicópteros y artillería míticos.


Peter Pan.
¿Nunca te compraron las figuritas de Star Wars? ¿Aún sueñas con aquel Ferrari de juguete? En PlanetaDeAgostini lo saben y por eso te ofrecen acabar con todos tus traumas infantiles: Construye el exclusivo Enzo Ferrari en metal y a escala 1/10, fórmula súper Slot, construye y pilota tu helicóptero radiocontrol...


Chanquete ha muerto.
Encabezando este apartado aparece Verano Azul. Cunado ya pensábamos que nunca más la veríamos, aquí tienes la posibilidad de marcar a otra generación con la regla de Bea. Siguiendo esta estela de traumas televisivos: la mujer que allá donde va mata a alguien e inculpan a un amigo suyo (
Se ha escrito un crimen), huoooooooioooooiiiiiioooo (Furia Oriental con Bruce Lee) o psudociencia de consumo masivo (un apartado dentro del subapartado donde tenemos a CSI e Investigación Criminal).

Infanticidas.
No han falta muchas palabras para definirlos. De los que salen este año destaco la reproducción en cadena que están llevando a cabo los herederos del “Erase una vez” (“…el hombre”, “…el cuerpo humano”, “…la ciencia”), la recuperación de los cuentos de Teo o la vajilla de porcelana de Diseny (que creo que se dirige a dos targets: mujeres y niños, que nunca disfrutarán al 100% conjuntamente de este producto).


Insecticidas.
El trabajo con la madera, las razas de perros, el mundo de las plantas de interior, conocer el carácter de los gatos… se distinguen porqué, al comprarlas e implicarte en sus contenidos, vas a necesitar un insecticida para luchar contra ácaros, moscas, pulgas, mariposa del geranio… Recomiendo Fogo y Bloom, pero siempre sin perfume!

F
éminas que son Bidget Jones en potencia. Casas de muñecas, dedales del mundo, luxury pafums… se distinguen éstas del resto por sus anuncios promocionales: aparecen dos mujeres que se dan envidia la una a la otra por poseer esta colección.

Por si acaso quieres saciarte con autoayuda en forma de consuelo emocional… sepas que en PlanetaDeAgostini tienen preparado el coleccionable de bienestar al que te engancharás cuando decidas desengancharte del resto: Biblioetca de bienestar emocional Osho.

martes, 28 de agosto de 2007

El director adjunto

Cada mañana de este mes de agosto me ha asomado a La Vanguardia con ganas de follón. Quienes me conocen saben que “follonero” o “follón” dicho con simpatía es una palabra que me gusta… como también me gusta, me entusiasma, el interior de la portada de La Vanguardia.

Durante el mes de agosto, por las vacaciones de José Antich, la carta que cada día escribe el director del diario ha surgido de la pluma de Alfredo Abián, el director adjunto. Ágil y puntilloso, sus artículos apuntan con ganas, de aquel modo que o gusta o no gusta, sin medias tintas, negro sobre blanco.

Es lo que debe tener el director adjunto, ¿no?

Si el agosto tiene algo genial son estos artículos que, a primera hora de la mañana, motivan una llamada de teléfono a mi madre: «Lléelo, que hoy está deliciosos». Ella contesta con el “ya” que usa la persona a la que uno no tiene que explicarle nada.

lunes, 27 de agosto de 2007

Reentré

Ayer tarde el bar estaba imposible; tomé una cañita en la barra y las patatas bravas se me atragantaron un poco; a las nueve eran todo caras largas que se marchaban a casa; muchos se fueron a la cama sin cenar. Definitivamente ha empezado la Liga.

Hoy no he podido sentarme junto a la ventana en el tren y me he tenido que conformar con una localidad de pasillo; a primera hora, un aluvión de 100 correos basura se ha precipitado, de cabeza, a mi pobre buzón de correo electrónico; los hombres van en corbata a las ocho de la mañana por la calle; los canes se esfuerzan para hacer el pipí matutino, mientras sus dueños se los miran impacientemente; a las nueve llegará el director de la oficina. Definitivamente, han terminado las vacaciones.

Para la mayoría de los mortales-obreros el año empieza de nuevo, acaban las vacaciones y uno es más consciente de que tiene 10 meses por delante para volver a marcharse. Es la reentré.

viernes, 24 de agosto de 2007

Mujer de otro tiempo

— Aún tengo la foto del día que me casé con Salvador. Murió hace quince años y no hay día que me acuerde de él. En la cómoda también tengo las fotos de la boda de la nena. Las de las bodas del nen también las tengo, pero guardadas. Si un día la pequeña me las pide se las daré, que tiene derecho a tener las fotos… pero a él, al nen, que le vas a decir: tiene 52 años, es su vida y que haga lo que quiera.

— …

— Las fotos de la boda del nen las tengo guardadas en el cajón de la cómoda, no se han movido mucho en todo este tiempo y has pasado de estar encima a estar dentro del primer cajón. ¿Qué va a hacer una mujer como yo con tantos recuerdos?

— …

— Que Salvador un tuvo que pasar por lo de las separaciones… Que no hay día que me acuerde de Salvador y ahora que pienso que el nen acaba de cumplir 52 años, la edad que tenía Salvador cuando murió y le miro sin parar a ver si le pasa algo, si le duele algo… y sólo oír un “ay!” que yo ya sufro y nadie sabe cómo.

— Esto ya lo tienen las madres.

— Sí, claro, pero sólo las madres sufridoras, que me paso el día sufriendo. Si a los pequeños les pasara algo… pero yo estaría callada, al lado de la nena que es su madre y que me imagino cómo sufre.

— ¿Qué son estos petardos?

— Es la fiesta mayor de Sitges, que ha empezado hoy y hay el castillo de fuegos artificiales.

— Mi madre murió el día de la Fiesta Mayor de Sitges, siempre me acuerdo de estas cosas ¿sabes?

jueves, 23 de agosto de 2007

Mi pasado

Ellos dicen que saben mi pasado... Y el tuyo también. Así que me he comprado unas plumas, unos tambores y he empezado a ejercitar mis primeras danzas y exorcismos rituales

«No se quien eres ahora, aunque lo presiento, pero eras hombre en tu última encarnación terrenal.
Naciste en algún lugar cerca del territorio que ahora se conoce como Caribe aproximadamente en el año de 1850.
»Tu profesión pudo ser médico, cirujano, curandero.»

¡Qué miedo!

miércoles, 22 de agosto de 2007

Réquiem for a fish (y un poco también por nuestro yo irracional)

Hasta ahora, cuando alguien entonaba tu nombre uno se imaginaba unas grandes mandíbulas avanzando despiadadamente hacia una barcaza indefensa en medio del océano.

Temible, con la fiereza que sólo pueden igualar los leones del Serengeti de los reportajes de Nacional Geographic. Despiadado, eras calificado como “devora hombres” sin ser una Mata Hari. Carnívoro, fuiste el asesino en serie de la profundidades durante tanto tiempo...

Y ahora todos te han perdido el miedo y te debates entre la vida y la muerta en una piscina de Barcelona. Tres hombres te sacaron a rastras del mar, como quien arrastra al boxeador fuera del ring, mientras en el público exorcizaba todos sus miedos.

Para los bañistas del Miracle ya no eres ni unas mandíbulas temibles, ni un devora hombres y, aun menos, el asesino en serie de las profundidades. Para ellos, eres ya un pobre pez moribundo al que tienen que socorrer.

Esta semana ha caído otro mito y ahora tenemos un miedo menos y somos un poco más racionales. Hay días que uno se despierta deseando que vivan toda la vida nuestro mitos infantiles.

Vaya, parece que llevamos unos días marineros.

martes, 21 de agosto de 2007

Una historia verdadera (de verdad). Capítulo II

El mes de julio de 1964, una joven pareja de jóvenes ingleses recién casados, decidieron aventurarse a tomar el autobús urbano que unía las tres poblaciones más importantes de la región. Llevaban dos años veraneando en la costa y nunca había salido de aquel pueblo turístico que de modo tan tolerante les acogía.

Esa mañana, a las 9, tomaron un autobús carroñoso, con olor a gallina y a vino rancio, donde coincidieron con tres estudiantes que iban a repaso, dos mozos que había logrado trabajo en el pueblo y el chico del correo con el tráfico postal. Eran tan extraños que los indígenas de la zona sólo fueron capaces de indicarles con señales cuáles eran los asientos más honrosos, los que no estaban ni cagados por la gallinas ni recomidos por la carcoma.

El autobús tardó cuarenta minutos en recorrer el trayecto que separaba la playa del pueblo, y que caminando se superaba en el mismo tiempo. Pero ellos habían llegado y ya se sentían aventureros.

A los pies del apeadero les esperaba Pascal, que dotado de un sexto sentido apabullante, había percibido el olor a crema hidratante de los primeros ingleses que pisaban el pueblo diez minutos antes de que llegara el autobús.

Igual que el día que el Jefe del Estado visitó esta población, los habitantes se preparaban para hacerse fotos junto a los visitantes. “Esta vez, no se nos escapará”, pensaban ante la posibilidad de que la efeméride terminara igual de rápido que la visita de Usía —que pasó a toda prisa, sin apearse de un coche en marcha—.

En medio del gentío, Pascal, que se consideraba el único especialista en turismo del pueblo, dirigía por las calles a los que, para sus adentros, ya eran sus primeros clientes internacionales.

Desde una mesa solitaria, dos hombres se lo miraban distraídos mientras se tomaban un descanso en su partida de ajedrez diaria. Eran el banquero y el secretario. Al alcalde, ausente del café, se encontraba en la capital comprando mocasines.

La pareja de ingleses fueron agasajados durante todo el día: les mostraron todos los rincones, se ofició una misa en su honor, firmaron en el libro de visitas del Ayuntamiento y almorzaron sentados cómodamente en las tronas del comedor del Hotel Rey Fernando el Católico.

Al atardecer, Pascal le había abierto una ficha en el registro del Hotel por iniciativa propia y, para no herrar el tiro, organizó una exhibición de labranza a la hora en que pasaba el único autobús de vuelta a la playa.

Pasaron las vacaciones atendidos como reyes. Y fueron igual de intensos los siguientes veranos. También lo fueron cuando vinieron con sus hijos e incluso con los primeros años de los nietos. Pascal fue siempre el mismo hombre atento hasta que Inglaterra dejó de ser el Reino Unido de las pensiones altas y la excelsa seguridad social. Entonces empezó a mirar con desdén a sus clientes internacionales.

Hoy, Los Ingleses siguen ahorrando Libras de su mísera pensión Teacheriana para poder ir de vacaciones cada septiembre al Hotel Rey Fernando el Católico. La gente del pueblo ya no les conoce, ya no les para por la calle y, como ellos siguen reclamando la misma generosidad que el primer día, ni les abren la puerta si llaman al timbre.

lunes, 20 de agosto de 2007

Lobos de mar en un café

En el bar del puerto la máquina de café no se paraba ni un minuto. Los grupos de abigarrados clientes, sentados en bancos bañaban las magdalenas en sus respectivos cafés con leche. Afuera llovía ininterrumpidamente y, a ratos, diluviaba de forma torrencial.

Cuando, sobre las diez de la mañana llegó el último grupo de clientes, hacinados bajo minúsculos paraguas, dejó de llegar gente a aquel bar de pescadores.

Ese domingo se habían reunido el grupo de chicos que normalmente vigila el puerto, dos matrimonios huraños que viven en sendas barcas y un par de familias de visitantes.

La previsión era nefasta y ninguno de ellos saldría a navegar en principio. La máquina de café dejó paso a los primeros platos calientes. A las 12 horas caían los primeros caldos.

Llevaban una semana sin ver el sol ni la mar plana. Era un día normal de otoño, fechado a 19 de agosto.

Impresionante documento, oiga

Carai, si tiene adaptador para todas las marcas de móvil”, el desconcierto invadió la oficina al ver este dispositivo de tecnología punta camuflado entre esperpénticos souvenir que regalan en las revistas. Ni las sandalias más modernas del verano, ni pareos fantasía, ni maletas para ordenador… la verdad está en este impresionante kit que tiene apartador para hasta 22 modelos de teléfono móvil de las cinco principales marcas.

Lo que más me ha escandalizado es que no es Made in China y por eso merece convertirse en un “impresionante documento”.

El reverso tampoco tiene pérdida

Según lo que se entiende entre líneas en el manual de intrucciones, Motorota es el padre de todos los manos libres y que queda claro: 1. ”El enchufe es para Motorota. Si su teléfono no es Motorota (le hemos hecho el favor de poner un adaptador y usted) seleccione el enchufe (¿enchufe?) adecuado e inserte el enchufe Motolora (aquí los italianos ha mentido mano) en este enchufe (tercer "enchufe" en tres líneas).

Literatos…

Surte que el clarificados “modo de uso” lo deja todo mucho más claro.

viernes, 17 de agosto de 2007

Una historia verdadera (de verdad). Capítulo I

(Los nombres de esta historia han sido ocultados ya que, como su título indica, ésta es una historia verdadera)

Cuando Pascal decidió abrir el primer hotel del pueblo, la región era un bullicio de turistas suecas que andaban en bikini por la playa. Pero, aunque que el pueblo se encontraba a sólo de cuatro quilómetros de la playa, se mantenía ajeno a toda modernidad y seguía sumido en una vida agrícola y una existencia mundana y sosegada.

Los sesenta fueron así y si a cuatro kilómetros había el festival de la apertura, en el pueblo era siempre Semana Santa: ni suecas en bikini, ni marineros yakees, ni jóvenes inglesas gritonas habían cubierto nunca esos cuatro kilómetros que separaban la playa del pueblo.

Pero Pascal era un emprendedor de los de la vieja escuela rural y, desde joven, pensó en hacer una fortuna que pasaría de generación en generación, sin extinguirse. Así que, antes de dejar morir el palacete de su tío —El Que Hizo Fortuna En La Habana—, lo convirtió en un hotel.

Pascal de monárquico convencido no tenía nada, ni Fernando el Católico pasó jamás por el pueblo, ni hubo nunca vestigios medievales en ningún lado, pero el hotel se llamó Rey Fernando el Católico. El nombre surgió casi por imposición, pues un mes antes de la apertura del hotel cerraba la Residencia Fecundo Corazón, la única en 20 kilómetros a la redonda, y Pascal, tan tenaz como emprendedor, compró todos los stocks: toallas, sábanas, jaboneras, basos, platos y cubiertos.

Todos los enseres grabados con unas elegantes iniciales “RSC”, que su hija adolescente, con una agilidad nunca vista en la familia de Pascal, hizo evolucionar en un Hotel Rey Fernando el Católico.

Así que el 14 de abril de 1961, mientras el cosmonauta soviético Yuri Gagarin era lanzado al espacio, Pascal abrió la puerta del hotel, tomó una silla, se sentó en la acera, empezó a liarse el primer Ideales del día y se dispuso a esperar que llegaran los primeros huéspedes.

jueves, 16 de agosto de 2007

Falsa apología

Presumo que Manuela nació en México a manos de una chiapaneca de aspecto risueño, aunque también lo habría podido hacer en China por gracia de una cadena de producción. Aunque me gusta pensar que tiene más de cuatrocientos años, presumo que a lo más tendrá cuatro añitos recién cumplidos. Sin embargo, acumula una sabiduría pacienta y sosegada.

Por las mañanas le toco la cabecita oscilante y suavemente me retorna un gesto afirmativo que me lleva de buenas vibraciones. Como la bruja que le pregunta a un espejo, me responde una y otra vez con un “sí” oscilante. Otras veces le soplo la cara y hace las piruetas de un chihuahua lleno de simpatía.

Sin embargo, Manuela despierta algo oscuro en mí. No me gusta que nadie ni la mire, ni la toque, ni le pregunte cosas, ni le sople la cabecita. Manuela es mía y por eso la llevo en mi coche, la pongo sobre mi ordenador y está, por las noches, sobre mi mesilla de noche.

Aún y con estas, ella me mira con el mismo rostro pintado con que lo hacía cuando me la regalaron.

Como es mía, hoy he estado a punto de destriparla para que no moviera su cabecita burlona ante nadie que no fuera yo. Tenía el cutter entre los dedos y ha movido la cabecita: le he perdonado su vida, que me pertenece… pero todo llegará, pues ella es mía, me pertenece.

***

Hoy me he emocionado leyendo el artículo de Lluis Foix en La Vanguardia, también localizable en su blog personal. Imprescindible lectura antes y después de irse de vacaciones.

martes, 14 de agosto de 2007

Náufragos

Saturnino aterrizó en Calanda hará cosa de 35 años pilotando un OVNI BELTAD 32 con serios problemas en el tren de aterrizaje , por lo que el impacto contra los adoquines de la calle de la Esperanza dejó la nave inutilizada. Desde entonces, Saturnino regenta un colmado de ultramarinos galácticos.

Saturnino nunca se ha podido acostumbrar al tono estridente de las voz de los humanoides por lo que rápidamente se adaptó al temperamento estepario del hombre poco hablador, taciturno y con la severidad en el rostro.

Por eso, cuando entró por la puerta del colmado Marta, supo que se encontraba ante la marciana más bella del planeta Tierra.

Hoy tienen tres hijos con la cabeza llena de tentáculo que para sí quisiera Medusa.

Ni padres ni hijos han tenido la tentación de reparar el platillo de papá, simplemente pues son felices tocando cada uno tres tambores al unísono durante la Semana Santa.

viernes, 10 de agosto de 2007

«Paciencia, hija, paciencia»

En medio del tedio estival, cazo una conversación telefónica robada, de aquellas que uno no debería oír a causa de los peligros que entraña saber demasiado de un prójimo desconocido.

- Hola nena, ¿qué tal?

- <…>

- ¿Pero qué dices? ¿Tú también estás así?

- <…>

-¿Sí? Pues menudo plan, ¿no?

- <…>

-¿Y que vas a hacer?

- <…>

- Eso, tú paciencia, hija, paciencia. Pero, eso sí luego quéjete.

Al momento, como un rayo, cruza mi sentido común, mi adivinatoria o mi sexto sentido, la idea clarividente de que la nena, la hija, se encuentra dentro de un tren de cercanías de RENFE.

«Paciencia, hija, paciencia»

Miro a un lado, miro al otro y, a mi izquierda, el hombre de la camisa verde sigue leyendo La Vanguardia; enfrente, con un uniforme de guardia de seguridad, un muchacho se enrosca en el sueño que una noche de guardia le ha interrumpido una y mil veces; a mi lado, una conocida recién descubierta trata de darme conversación; y un compartimiento más allá, la chica del móvil a quien minutos antes le robaba una conversación marca un número de teléfono:

- Hola nena…

- <…>

- Pues mal, la verdad, estoy encerrada dentro de un vagón de RENFE que no avanza, ni retrocede ni abre las puertas para que podemos bajar. Llevo así una hora.

- <…>

-¿Que si estoy así? Pues claro, a mi también me han cazado…

miércoles, 8 de agosto de 2007

8 de agosto de 2007. Vendrán lluvias suaves

Hoy hemos desayunado churros con chocolate, llevo una camiseta de manga larga para evitar constiparme, me ha apetecido tomar una sopa bien caliente para comer y cargaré con el paraguas durante todo el día. Hoy es 8 de agosto.

En estos días, más de uno pensará que el tiempo meteorológico ha perdido el norte y que los veranos ya no son lo que eran. Hay quien recordará que los inviernos se han convertido, desde hace dos años, en largos preludios de la primavera.

Hay quien pensará que es el fin del mundo: “Agosto de 2007. Vendrán lluvias suaves”

Pasó el 2000y los apocalípticos se picaron los dedos: ni fallo informático ni fin del mundo. Pero hace unos años que el tiempo les ha dado una tregua y pueden seguir apelando un fin de los tiempos apocalíptico y atroz. Lo hacen con regocijo, gallardía, imaginación efusiva, creatividad siniestra… siempre mirando al cielo.

Y, hasta hace unos meses, los agnósticos pasábamos de puntillas sobre sus nefastas predicciones. Sin embrago, hoy nos los creemos un poco más.

El secreto mejor guardado

Esta es la lista de enseres para salidas de montaña invernales de fin de semana (adaptable a cualquier necesidad).

Esta lista, sin tener ningún tipo de certificación oficial, ha sido testada en las circunstancias más duras, saliendo victoriosa de todos los retos.

Es el Santo Grial de las listas, es la clave del éxito de cualquier salida de montaña, es el santo y seña… es nuestro secreto mejor guardado*.


Ropa

Equipo

Varios

Neceser básico

Bota/bamba
2 pares de calcetines
2 mudas de ropa interior
2 camisetas térmicas
Tercera capa (Gore-Tex)
Capelina
Guantes
Gorro
Braga
Casco
Cartera


Piolet
Crampones
Esquís
Piel de foca
Cuchillas
Bota esquí
Mochila
Tienda
Saco de dormir
Esterilla
Arnés
Ocho/cazoleta
Cintas Express
Cuerda
Frontal
Cantimplora


Tapones oido
Antiinflamat pomada
Antiinflamat pastillas
Antigripales fuertes
Esparadrapo
Calmante (Nolotil)
Crema solar
Làpiz labios solar
Mapas
Brújula
Altímetro
Navaja
Pilas
Bolsa basura
Móvil cargado
Carnés


Toalla mini
Jabón
Desodorante
Cepillo dientes


Comida

Barritas
Frutos secos
Embutido
Queso
Pan o Pastas

Necesidades específicas:

Rodillera Plantillas

Medicación crónica Lentes de contacto

* Algunos investigadores han expresado sus dudas hacia esta afirmación, haciendo incapié en que el secreto mejor guardado de la "república independiente de mi casa" es la tortilla de patatas de mi madre (otro día entraremos en este asunto).

domingo, 5 de agosto de 2007

Postcards from the beach

Hace unos días, Matías Prats con su habitual tono de bar de tapas sorprendió a todos con una espectacular exclusiva, muy propia de Antena 3: “¿Conocen de alguien que haga top less en las playa? Sin saberlo, los pechos de esta persona están dando la vuelta al mundo a la velocidad de un solo clic. Los teléfonos móviles e Internet se han aliado para comprometer la intimidad de todos. Y esta nueva "moda" es una prueba de ello”.

Aquí empezaban una serie de imágenes de playas atestadas y de gente de espaldas que escruta esos cuerpos dorados al sol. Alguno de estos paseantes (oh, sorpresa!) llevan un teléfono móvil con cámara.

La imagen se centra sobre una chica escultural a quien se le distorsiona la imagen de los pechos, también dorados al sol: Alicia, 27 años “Me hacen fotos en la playa y sufro en silencio”.

***

Hace cosa de cinco años me prometí que nunca más iría a la playa un domingo de agosto. Se trata de una de esas promesas que uno no puede olvidar pero que, irreversiblemente, uno olvida periódicamente casa lustro y tiene que renovar los votos.

Niños, más niños y aún más niños,… que podrían ser divertidos si no fueran con sus padres, más padres y aún más padres gritones.

Adolescentes entrados en años que, después de beber diez cervezas en dos horas, apuntan sobre los pechos del sol de cualquier manceba como la diana de los disparos de la cámara de su móvil.

Medusas, anémonas, gente que te pasa por al lado y te tira un puñado de arena, socorristas que no se despeinan, policías con ganas de ponerse morenos…

¿Ir a la playa un fin de semana de agosto no es suficiente castigo?

***

A partir de ahora, creeré a pies juntillas todo los que me diga Matias Prats. COPIAR MIL VECES

jueves, 2 de agosto de 2007

Hacerse un agosto

La oficina guarda silencio. A uno de agosto, sólo ruge la voz de una secretaria que habla por teléfono de cualquier cosa que no sea trabajo. La máquina de café ha olvidado lo que son las horas extra. El ritmo del tecleo se reduce una decena de pulsaciones por cada minuto que pasa. Sin embrago, entre las mesas corre ese silencio sepulcral de los días en que se piensa seriamente en el trabajo que se hace, que no es lo mismo que trabajar a destajo.

Ha llegado el agosto y, cuando sólo faltan tres días para que el director marche de vacaciones, se percibe el principal síntoma del tedio estival: los teléfonos han dejado de sonar. Si alguno lo hace, es para contarnos algo chistoso; para notificarnos un inicio de vacaciones; para encargarnos alguna estupidez que, en este y cualquier otro agosto, suena a castigo o marrón; o para conocer a alguien que ha equivocado un dígito, …

Sin embrago, desde hace unos años, que prefiero ser de los que hacen el agosto. Puesto que, tal vez en unos minutos, este silencio sepulcral de romperá, caerán algunas risas, tomaremos un café relajado y hablaremos de la próxima escapada a la montaña.

Además, todos aquellos que nos hacemos el agosto en la oficina sabemos que, durante tres semanas, siempre encuentras asiento en el trasporte público que usas a primera hora; el jefe es uno de los que está de vacaciones; la cerveza de media tarde no sabe a tedio estival, sabe a libertad; puedes ir a la oficina en bambas; o cuando todo el mundo esté trabajando, tú te irás de vacaciones (¡a tope!).

Hasta hoy muchos pensaban que los únicos que hacían el agosto eran los chiringuitos de Salou, Lloret o Sitges. Este año, los currantes también harán su agosto.