lunes, 22 de octubre de 2007

El drama

Se acercó a mi cosa de tres o cuatro veces preguntándome una y otra vez lo mismo a la misma velocidad incomprensible: ”tobúsaionova”. Manteniendo toda la calma de la que era capaz a esas horas le pedía una y otra vez que me repitiera lo que decía más lentamente. Por un momento pensé que había tomado algún tipo de droga, que se trataba de un ejecutivo rozando la cuarentena puesto hasta los topes y apretando una mandíbula contracturada.

Entre una y otra pregunta, por en medio cruzó un muchacho desquiciado pidiendo un calendario a unos y otros, a quien se cruzara en su camino.

También había un grupo de treina-cuarentañeras (sin poder especificar más) que estaban extrañamente igual de preocupadas por su inmediato futuro que por sus mechas, su rimel y su sombra de ojos.

Sobre un andamio próximo había un grupo de chicos jóvenes cargados con mochilas que se agitaban, se revolvía, gritaban y exasperaban a quien pasaba por la calle, sobretodos a aquellos que se veían obligados a pasar bajo el provisional andamio. Sólo hablaban entre ellos, nada preguntaban a nadie.

Frente a mi se abrieron las puertas del autobús y aquello se convirtió a en una puja bursátil: «¿A Sitges?», «¿Vilanova?» «¿Es el autobús Cubelles?» «¿Gava?» «¿Qué autobús va a Roquetas?» «¿A Sitges?» «¿Vilanova?» «¿Castelldefels?»…

Así que, finalmente, entendí qué me quería decir el ejecutivo (el que rozaba la cuarentena y parecía puesto hasta los topes que apretaba una mandíbula contracturaza por los nervios): «¿El autobús a Vilanova?»

Descubrí entonces que era un usuario habitual de Rodalies de RENFE, como el resto de personas con los nervios más a flor de piel que nunca con los que me había cruzado los 15 minutos anteriores.

Si RENFE-ADIF ha conseguido algo con todo esto es dejarnos a todos al mismo nivel de porquería, igualando las miserias de ejecutivos, pijas, hippypijas, surferos, obreros de la construcción, estudiantes… Quién nos lo iba a decir.

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