jueves, 8 de noviembre de 2007

Escúchame bien

Escúchame bien. Escúchame ahora que estás sentada de tu confortable despacho, en tu confortable silla, en tu confortable vida llena de crueldad. Miras con despecho, ironizas sobre cosas importantes y te crees por encima de las personas que, al contrario que tú, sí son capaces de estimar sencillamente.

Nada, ni nadie, ni ninguna cosa es excusa para tu crueldad. Esa gran crueldad que se lleva a tantos por delante y duele y vacía el alma y quema los ojos llenos de lágrimas y rompe los sueños y carcome la imagen que uno elucubra para su futuro.

Poco me importa a mi, que miro más por aquellos que sucumben a tu fría belleza, que digas tener tanto pesar en el pasado, que digas tener tantos malos recuerdos, que digas tener tanto dolor, tanto rencor hacia los hombres, tanto resquemor, tantas quejas, tantas justificaciones, tantos traumas. Poco me importa a mí y por eso soy capaz de escribir lo que ahora escribo.

La experiencia me dice que quien busca justificaciones en el pasado no es capaz de crecer sanamente hacia el futuro.

Sin embargo, casi tengo que agradecer que seas así de cruel y poco puedas hacer para disimularlo mucho tiempo. Apresúrate, presto, en tu marcha. Muchos hemos visto, más allá de tu fría belleza, que tienes el corazón podrido… burdo Dorian Gray, quisquillosa Rebecca y niña tonta.

Aléjate de aquellos a los que yo quiero y que su dolor se marche contigo.

Escúchame bien: estas serán, oh! gracias, las últimas palabras que te dirija.

No hay comentarios: