En la redacción seguían sonando los teléfonos. Algún empleado seguía hablando de facturación, operadores y telecomunicaciones. Otros seguían quejándose del trabajo que les había tocado hacer. Varios seguían causando baja laboral. Unos pocos seguían frente al ordenador, escribiendo. La impresora también: seguía sin funcionar.
Ella, desganada, se levantó, caminó hacia el armario del material, abrió la portezuela, extrajo una caja azul y turquesa, tiró de la tira de cartón plastificado, abrió la caja, extrajo un envoltorio de plástico hinchado, arrancó el precinto, el plástico se deshinchó y extrajo el tóner.
Cuando hubo cambiado el tóner, le lazó a él una mirada inquisitiva y desdeñosa.
Era el tóner magenta. Se deseaban.
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