viernes, 23 de abril de 2010

La esquela

En vida, siempre prefirió ser llamado escritor. Así figuraba en su cartilla profesional, en sus tarjetas y en el CNAE de imputación. Sus obras eran escuetas, sencillas y refinadas, pero cargadas de esa tensa emoción contenida que caracterizaba su estilo.


Con frases como “hasta su último suspiro, trató de complacer a todo el mundo” (dedicadas a aquel magnate filántropo, muerto en circunstancias comprometidas) o “la familia ruega un llanto a todos aquellos a los que hizo reír” (en honor al actor cómico recién traspasado) se ganó un respeto anónimo; como lo eran también sus obras.

Detestó siempre el intrusismo profesional representado en poetas y literatos, ansiosos de poner el último punto y a parte de su vida y obra.

Traspasó en calma, quizá en agradecimiento por los servicios prestados. Y, como a él no le hubiera gustado, no dejó esquela alguna preparada.